lunes, abril 22, 2013

¿Quiero ser feliz o tener la razón?


Eran las 8 p.m. en una concurrida avenida. Una pareja va retrasada para cenar con unos amigos. La dirección es en un rumbo que no suelen frecuentar, por lo que ella consultó el mapa antes de salir.  Él conduce y ella lo orienta. En un punto ella le indica que gire en la siguiente calle a la izquierda. Él argumenta muy seguro que es hacia la derecha.  Inicia la discusión y, casi al instante, ella calla y el decide girar a la derecha. En pocos minutos, el se da cuenta de que estaba equivocado. Aunque le resultó difícil, admite que tomó el camino equivocado, al tiempo que inicia el retorno. Ella, en silencio, le sonríe con camaradería.  Una vez que llegaron a la cita se disculparon por el retraso y la noche transcurrió grata y amena. Cuando habían emprendido el camino de regreso, el comenta:
-Tú estabas segura de que tomaba el camino equivocado, ¿Por qué no insististe para que me fuera por el correcto?
Ella responde:  - Porque íbamos retrasados y el tráfico estaba tan congestionado que los ánimos estaban calentándose, y si insistía más corría el riesgo de provocar una agria discusión y habría estropeado la noche... y.... entre tener razón y ser feliz, prefiero ser feliz. Esta historia fue contada por una directora empresarial durante una conferencia sobre la simplicidad en el mundo del trabajo.
Ella utilizó el escenario para ilustrar la cantidad de energía que gastamos sólo para demostrar que tenemos razón, independientemente de tenerla o no.
Desde entonces, me pregunto más a menudo:

"¿Quiero ser feliz o tener la razón?"

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